Todos los relatos de mi vida comenzaron por “Erasé una vez…..”, por lo tanto para no ser repetitiva, ni dejarme llevar por la nostalgia no comenzaré con ninguna frase hecha. Simplemente, hablaré……..

Nunca tuve claro qué pasaba cuando alguien me contaba un cuento, nunca supe muy bien qué magia se operaba en mí; me gustaban los mundos de color, los castillos encantados, las princesas bellas, atrevidas y desobedientes que nunca hacían lo que sus padres les pedían (enamorarse del príncipe del país vecino, esperar en casa a que algún caballero valiente solucionase el problema, etc., etc…).

Me gustaban las habichuelas mágicas (puertas de acceso a un mundo desconocido). Las calabazas-carroza (lo cotidiano convertido en fastuoso). Las hadas madrinas, las brujas con verruga en la nariz, los bosques encantados y un largo etcétera de mundos mágicos y ensoñaciones que me daban alas para poder imaginar un mundo más animado y colorido que el que me rodeaba.

Mi mundo alternativo plagado de hadas, unicornios, caballos que hablan, duendes, enanitos y toda clase de seres mágicos y de colores que una mente infantil sea capaz de crear y recrear.

Infancia creadora y poderosa, habitada por seres claramente buenos o malos, a salvo de todo daño; con un camino de arcoíris por el que puedes viajar allá dónde se puede realizar todo lo que imaginas… Hay tanto poder en el corazón y la mente de un niño… Cree que todo es posible e ignora que no puede… Imagínate cómo es eso, que nadie, ni siquiera tú mismo, te has dicho aún qué es lo que puedes y lo que no puedes; qué es lo que debes y lo que no debes; qué puedes querer, desear, aprender, realizar, crear…

Sólo se me ocurre una palabra: ilimitado. ¡¡¡Así somos todos cuando nacemos: “ILIMITADOS”!!! Aún no nos ha dicho nadie cuáles son los límites, aún no nos hemos creado un personaje al que aferrarnos, detrás del cual escondernos.

Sin límites, sin limitaciones, con permiso del Universo, con la bendición del Creador, así llegamos a esta vida siendo, somos, soy

UN UNIVERSO EN MÍ