Lo que trae el silencio

A veces, cuando estoy en silencio en ese espacio que algunos llaman meditar, otros hacer oración, otros lo llaman contemplación y, bueno, cada cual le da un nombre, el que a cada uno le sirve, siento que soy parte de “algo”. Me resisto a llamarle Dios porque las religiones se han apoderado de esa palabra y hay demasiadas connotaciones sobre ella. Parece que todos quieren apropiarse y llevarlo a su terreno para así poder racionalizar la experiencia. Como a mí no me apetece en ese momento que mis sensaciones pasen tantos filtros, prefiero disfrutar de ese instante en el que creo ser parte de “algo” y en el que, estoy convencida, ni yo ni nadie en este mundo, ni en ningún mundo, está solo. Sé, con una certeza total y absoluta, que alguien me escucha, que alguien me consuela, que alguien recoge mis lágrimas con amor, que alguien guarda en pompas de jabón mis risas, que alguien escribe en papiros nuevos y relucientes con elegante letra todas mis preocupaciones. Sé que soy amada porque siento el amor con tanta fuerza dentro de mí en ese momento que hay una certeza absoluta en mi corazón de la existencia de “algo, alguien” que no contiene ni es continente de ese amor, sino que “es” ese amor, sin vanagloria, sin fuegos artificiales, sin alboroto, ni estridencia, tan natural, tan tierno, tan real como la vida misma. En ese momento sé que todo lo bello existe, que todo el amor existe, que toda la luz existe y lo sé porque ese “algo, alguien” que siento como parte de mí es representante de ello. Y en ese breve instante, tan leve y tan fugaz, siento la pequeñez y la grandeza, todo al mismo tiempo, ser a la vez estrella y el Universo entero, la pequeña semilla y el inmenso campo de cereal, la minúscula gota y toda el agua de todos los océanos, la pequeña llama y todos los fuegos de todos los mundos, el breve instante y todas las eternidades unidas.

Durante un breve instante de certeza infinita sé que soy parte de Ti, aquel a quién no quiero poner nombre, y también que Tú habitas en mí, en ese espacio de mi interior en el que reina el silencio, al que sólo Tú y yo tenemos acceso.

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