VIVE SIN PEDIR PERMISO

Hoy quiero escribir para hacer una llamada a la insumisión vital. Quiero hacer una llamada al mundo en general para que cada uno haga lo que crea que debe hacer sin pedir permiso, así sin más.

En estas últimas semanas varias personas me habéis llamado por teléfono, o me habéis visitado en casa, quejándoos amargamente de cómo las personas que os rodean, las que se supone que más os aman y, por lo tanto, las que más tienen que apoyaros…, no os apoyan o no os animan o, en el caso de tener pareja, no os dan su permiso…

Cada una me contáis muy indignadas vuestro caso: “¡Es tremendo!, ¿cómo pueden no apoyarme?”, “Contaba con que me comprendiese”, “Quiero cumplir mi sueño, ¿es tan difícil de entenderlo?”, “¡¡¡No me deja que vuelva a estudiar!!!”… Bueno, podría seguir enumerando, pero creo que ha quedado claro lo que me queríais transmitir. Mi respuesta para todas vosotras ha sido muy parecida y de vuestras conversaciones ha salido este pequeño artículo. Parece un mal endémico del ser humano la búsqueda perpetua de permiso para cualquier cosa que queremos hacer, y este mal parece acentuarse si el ser humano pertenece al género femenino.

Así que hoy escribo para ti, querido ser humano que quieres: hacerte un tatuaje en algún lugar de tu cuerpo o no hacértelo, tener un hijo o no tenerlo, darle de mamar a tu hijo o criarlo con biberón, comprar un perro o adoptarlo, cambiar tu lugar de residencia o seguir dónde estás, echarte novia o no, salir con ese chico o no, cortarte el pelo o dejarlo largo, teñirte de rosa el cabello o quizás de verde, dejar periodismo y convertirte en modelo, irte a vivir un año al Amazonas, viajar por Groenlandia en bermudas, volar en parapente, explorar las fuentes del Nilo, meditar en un monasterio del Tibet, ir a hacer voluntariado con una ONG a una aldea perdida de África, volver a estudiar con 50 años, aprender un idioma con 60 años, darle un giro a tu vida y ponerla patas arriba, alquilar un barco navegar al centro de un lago y anclarlo allí para pasarte un mes durmiendo de día y mirando las estrellas de noche, dejarte la barba o afeitártela, depilarte o no, escalar una montaña o bajar a un valle, cocinar o comprar congelados…, en fin, podría seguir así por tiempo infinito.

Nadie tiene derecho a decirte lo que tienes que hacer con tu vida. Otra cosa es que nos sintamos obligados a dar nuestra opinión sobre todo y que, cuando alguien hace algo que se sale de nuestras creencias, pensemos que tenemos que reconvenirle igual que si fuese un niño pequeño.

Si eres mayor de edad (y económicamente independiente) tus decisiones sólo te atañen a ti. Toma conciencia de que tendrás que vivir con ellas el resto de tu vida y que cada decisión que tomas tiene unas consecuencias. Y si tomando todo esto en cuenta sigues queriendo hacerlo, pues ADELANTE, no necesitas el permiso de nadie, sólo el tuyo propio. Sólo necesitas estar convencida de que lo que haces es correcto. Piensa que si dependes tanto del “permiso” de los que te rodean quizás lo que ocurra es que estés buscando una excusa para no hacerlo y quieras derivar responsabilidades…

¿Eres adulta?, ¿sabes lo que quieres?, ¿estás segura de ello?, ¿estás dispuesta a afrontar las responsabilidades que de esa decisión se deriven?, ¿eres independiente?

Si la respuesta a todas esas preguntas es “sí”, ya está, puedes hacerlo, no necesitas el permiso de nadie. Haz lo que te haga feliz, persigue tus sueños, y si en esa persecución te arañas las rodillas, recuerda que tú decidiste este camino. No entregues a los demás el poder y la responsabilidad de dirigir tu vida. Y si intentan detentar ese poder, es muy simple: no les dejes.

Así pues, queridos seres humanos que me leéis, os llamo a la insumisión vital. Os llamo a hacer lo que os haga felices sin pedir permiso. Y cuando una persona cercana os comente algo nuevo y loco que quiere hacer, recordad, no necesita vuestro permiso (aunque es lícito dar vuestra opinión, sin rencores…, que somos adultos y podemos encajar una opinión en contra). A la hora de la verdad todos los que te aman te apoyarán.

¡¡¡Que seáis felices, queridos insumisos vitales!!!

NO ME DIGAS QUIÉN SOY

No me digas quién soy, no me definas,

no marques mi valor, ni mi apariencia.

No me digas que virgen soy más hermosa,

no pongas un precio a mi inocencia.

No me digas quién soy, no me persigas,

queriendo transmitir que soy:

una sombra, una posesión, una apariencia.

No me digas quién soy, no entro en tu caja,

no me acoplo a ese ideal que tú inventaste.

No me digas quién soy, para así creer tener derecho

a entregar mi cuerpo infantil al “monstruo” que devora niñas.

No me digas quién soy, no eres mi dueño, no me posees,

y en tu corazón sabes que mutilarme no es tu derecho,

que la sangre que se desliza por mi pierna me pertenece,

que la carne mutilada ha sido un robo.

No me digas quién soy, no voy a tu diestra un paso por detrás de ti,

no guardo tu espalda, no te hago grande a ti mientras yo no soy.

Estás a mi lado y yo al tuyo, pero nunca te necesité para definirme.

Yo te diré quién soy:

Yo soy la primera mujer que se puso pantalones,

yo soy tu compañera de trabajo,

yo soy la empleada de fábrica reclamando sus derechos al patrón, la que hizo huelga a tu lado por un mundo más justo,

yo soy la primera mujer que entró a una facultad de ingeniería y le hicieron pasillo,

yo soy la mujer que limpia tu casa por horas,

yo soy la primera mujer que investigó las partículas,

yo soy la mujer que educa a tus hijos e hijas en el colegio,

yo soy la primera mujer que se enamoró de otra mujer y la besó,

yo soy la mujer que guardó la sabiduría ancestral y la usó para sanarte,

yo soy la mujer que tuvo que firmar sus libros con nombre de varón,

yo  soy la mujer que murió quemada por ayudar a otras mujeres a vivir y a traer sus hijos al mundo,

yo soy la mujer que cada día avanza un paso más en el camino,

yo soy la mujer que puede y quiere decidir sobre su vida y cómo vivirla.

Yo he sido mil veces destrozada, quemada y reducida a cenizas, y he vuelto a reconstruirme, he vuelto a SER cuál ave fénix femenina.

Por eso no quiero que me definas, ni que me digas quién soy,

no quiero que me impongas tus miedos ni tus limitaciones.

Es tiempo de brillar, y hoy quiero dedicar estas palabras a mi madre, a mi abuela, a mi bisabuela, a todas mis antecesoras hasta llegar a Eva, a mi hermana, a mi hija, a mi nieta y a todas mis sucesoras hasta llegar al infinito.

Todas unidas hacia delante, ni un paso atrás, hermanas.

NI UN PASO ATRÁS.